En uno de mis grupos de WhatsApp se está gestando una despedida de soltera que me hace pensar en lo egoístas que podemos llegar a ser. Pensaba que estas cosas ya estaban claras, sin embargo, nunca está demás recordarlo.
La despedida de soltera se hace por y para la homenajeada. Todo tiene que girar en torno a la novia. Las actividades, juegos, los espacios elegidos, la comida. Absolutamente todo deberá ser de su gusto. No es un mandamiento, es de cajón.
Si la mujer no bebe alcohol, no seáis brujas y las llevéis de bar en bar. Si pasa de vestiditos, pintauñas y peluquerías, no creo que una sesión de belleza sea lo más oportuno. Probablemente existen mil planes para contentarla que le harán mucha más ilusión.
Si ella se muere por probar una clase de danza oriental y tú detestas bailar, ¿no crees que se podría hacer un esfuerzo? No se trata de forzar a nadie. Existen unos límites pero también unos mínimos. En eso consiste la amistad, ¿no? Hay que llegar a una solución de compromiso entre todas.
Piensa que ya tendrás tu día. No es que tengas que esperar a que te vayan a pagar con la misma moneda en tu cumpleaños o en la despedida que jamás tendrá lugar. No es dar para recibir, ¡por favor! No va de eso. Consiste en cuidar a quienes se lo merecen, en agradarlos, en demostrarles que les importas. Simple.
Son estos pequeños detalles los que poco a poco van sumando y afianzan los lazos entre unos y otros. En definitiva, nos hacen más personas y menos personajes.
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